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    No Hay Peor Sordo



    By Manuel Yepe*
    Lo que los cubanos están diciendo y haciendo hoy, es lo que otros pueblos de América Latina harán mañana C. Wright Mills, 1960

    Cuando Cuba institucionalizó los principales logros del período inicial de la revolución con una nueva Constitución e inauguró un sistema electoral propio, verdaderamente democrático y participativo, bien diferente al de los Estados Unidos, se confirmaron también otras ideas expresadas en el libro: la de que el modelo de proceso electoral estadounidense no constituía un ejemplo válido para los países pobres Hace 47 años, en 1960, se publicó en los Estados Unidos de América un libro titulado Escucha, Yanqui (Listen, Yankee) que era toda una advertencia al gobierno de ese país y a su opinión pública acerca del monumental error histórico en el que comenzaban a incurrir por su incomprensión del alcance y contenido de la revolución cubana.

    El valor mayor de la advertencia derivaba del hecho de que provenía de uno de los más importantes sociólogos estadounidenses de la época, Charles Wright Mills (1916-1962).

    Cuando triunfa en Cuba la revolución el primero de enero de 1959, Wright Mills era ya célebre por sus obras La Elite del Poder (The Power Elite); Cuello Blanco: Las clases medias en Norteamérica (White-collar: The American Middle Classes) y La imaginación sociológica (The Sociological Imagination).

    Se le consideraba un agudo analista de la vida cotidiana en los Estados Unidos cuyas críticas desde las páginas de diversos diarios provocaban polémicas con frecuencia. Alertaba acerca de la degradación de la democracia y del control social ejercido por las oligarquías cuando analizaba las estructuras del poder real, la burocratización de la sociedad industrial y las técnicas destinadas al control de los trabajadores.

    Wright Mills estudiaba también el papel de los medios de comunicación y la labor de adulteración y manipulación de la opinión pública que ejercen en beneficio de las élites, mientras distraen la escena pública con la simulación democrática del debate. Fue probablemente el primero en Estados Unidos en afirmar que la sobresaturación informativa no favorece la comunicación sino que, por el contrario, crea un real problema de asimilación.

    De Wright Mills siempre se dijo que poseía un sorprendente sentido de anticipación en sus análisis, lo que aporta una notable vigencia en el tiempo a muchos de sus argumentos sociológicos.

    Su obra "Listen, Yankee", a la luz de la actual situación latinoamericana, es prueba fehaciente de esta última afirmación.

    Tres y medio días de conversaciones con el entonces Primer Ministro Fidel Castro y cinco o seis días más con el delegado del Instituto Nacional de la Reforma Agraria en la provincia de Oriente, René Vallejo, amén de encuentros con muchos otros dirigentes cubanos y un buen número de campesinos, obreros, estudiantes, amas de casa, todo en el mes de agosto de 1960, argumentaron la obra.

    Se percibe como eje conductor de este libro una advertencia a la sociedad estadounidense, más que al gobierno del país del autor, en el sentido de que la revolución cubana podría no ser un accidente aislado sino el inicio de una sucesión de similares escenarios en todo el mundo subdesarrollado y, en especial en Latinoamérica.

    Wright Mills formula el consejo por intermedio de ocho cartas sucesivas de un figurado revolucionario cubano que, a veces con soberbia y otras con serenidad, pero siempre con mucho orgullo, expresa los sentimientos que el autor apreció en nuestro país a solo un año y medio de la victoria popular de enero de 1959.

    En una de sus ocho enjundiosas misivas, el "revolucionario cubano" proclama que "nosotros somos parte de América Latina, no de Norte América. Nuestra historia no es parte de la de ustedes, es parte de la historia de América Latina. Y América Latina tiene 180 millones de personas y crece más rápido que ustedes, y cubre un territorio que es más de dos veces mayor que el de ustedes. Como toda América Latina, estamos cansados de sus corporaciones y de lo que sus gobiernos hacen aquí. Ya nos han dominado bastante, así nos lo hemos propuesto. Su gobierno apoyó a Batista hasta el último minuto de su régimen gansteril. Pero ya Cuba no es una isla más en el Caribe. El Caribe no es ya un lago norteamericano. Todo eso, se acabó."

    De ahí que Wright Mills advierta en la Introducción: "La voz de Cuba hoy es la voz de la euforia revolucionaria. Es también una voz airada. Algo de esto quiero expresar junto con las razones cubanas para ello. Porque sus razones no son solo las de ellos: son las razones de todo el mundo hambreado."

    Wright Mills demuestra una cabal comprensión del momento político cubano cuando se pronuncia acerca de la exigencia de la convocatoria a elecciones que levantó la campaña mediática contra Cuba promovida por los medios estadounidenses y la contrarrevolución interna que Estados Unidos trataba de oxigenar. Wright Mills declara en su comentario final: "Yo comparto la opinión de todo observador competente de que en cualquier elección la victoria de los fidelistas sería abrumadora.

    Pero lo que me parece más pertinente al asunto es que no importa cómo se organice la elección y no importa como ella sea supervisada por alguna agencia internacional, tal victoria carecería absolutamente de sentido. Para celebrar elecciones que tengan sentido, sería necesario tener como mínimo dos partidos políticos y que estos partidos hicieran campañas sobre una gama de asuntos. El único asunto en Cuba hoy es la revolución, concebida por el gobierno cubano básicamente como un proceso de construcción económica y educacional, así como de defensa militar de la soberanía de Cuba.

    Por eso, cualquier partido que hiciera campaña hoy contra la revolución y contra su presente gobierno, sería por ello impugnado por la mayoría del pueblo de Cuba. Así que pienso que debe verse el asunto así: una verdadera elección en Cuba es imposible y una idea sin sentido. Solo tendría sentido dándole deliberadamente forma institucional a la contrarrevolución y eso hoy en día no sería aceptable para la inmensa mayoría del pueblo cubano. La ausencia de elecciones significa la "ausencia de democracia" solo en la suposición formal de que el proceso electoral es siempre y dondequiera indispensable para la democracia. Pero sea lo que sea, una elección en Cuba es una demanda imposible y sin sentido."

    Cuando 15 años más tarde, en 1975, Cuba institucionalizó los principales logros del período inicial de la revolución con una nueva Constitución e inauguró un sistema electoral propio, verdaderamente democrático y participativo, bien diferente al de los Estados Unidos, se confirmaron también otras ideas expresadas en el libro: la de que el modelo de proceso electoral estadounidense no constituía un ejemplo válido para los países pobres.

    Wright Mills identifica con claridad los antecedentes históricos, la raíz económica y el alcance universal del imperialismo estadounidense que se expresan en la política hacia Cuba del gobierno de su país, por ejemplo, cuando pone en boca del "revolucionario cubano" la afirmación de que "no puede haber paz –es decir, verdadero entendimiento- entre Norte y Suramérica mientras estas corporaciones yanquis sean dueñas de las riquezas de nuestros países (porque) la propiedad de nuestras riquezas significa el control de nuestras políticas. Esto no es ideología. Es simplemente un hecho concreto que hemos vivido en Cuba y que América Latina aún vive."

    Pero, en su propio comentario final, prefiere no hurgar tan profundo y declara que "las políticas que los Estados Unidos han perseguido y persiguen contra Cuba se basan en una profunda ignorancia y se ejecutan histéricamente."

    El impúdicamente declarado objetivo imperialista de llevar la democracia a Cuba era ya rechazado por el "revolucionario cubano" creado por Wright Mills hace 47 años cuando afirmaba: "Nosotros no sabemos lo que ustedes entienden por la palabra democracia, pero si lo que nosotros estamos haciendo no es democrático, entonces nosotros no queremos democracia. Y si lo que ustedes llaman sociedad libre es lo que ustedes tienen en Norteamérica, por favor sepan que nosotros, no lo creemos así. Nosotros probamos esa forma de sistema político en Cuba. Quizás funcione con ustedes, pero con nosotros, no."

    C. Wright Mills no tenía militancia política formal alguna y tampoco era comunista ni anticomunista. Había estudiado y escrito sobre el marxismo y, evidentemente, se sintió motivado por la revolución cubana. "Si yo fuera cubano, no tengo duda de que estaría trabajando esforzadamente por el éxito de mi revolución. Pero yo no soy cubano, soy un yanqui…"

    Y como estadounidense trasladó a los gobernantes de su país una recomendación que pone en boca del protagonista de su libro: "Ustedes debían tomar el caso de Cuba como una experiencia que les sirva para establecer la forma en la que habrán de actuar cuando surjan revoluciones en los países hambreados de todas partes del mundo."

    Recientemente estuvo en Cuba el afamado escritor estadounidense Gore Vidal, acompañado por un grupo de otros destacados intelectuales coterráneos suyos, entre los cuales reconocí a Saul Landau, reputado escritor, politólogo, cineasta y periodista, quien, muy joven pero ya un brillante intelectual, trabajaba con Charles Wright Mills en los tiempos de "Listen, Yankee" y probablemente fuera quien le atrajo al estudio de la Revolución cubana.

    En aquella época, ellos y muchos otros intelectuales de valía en Estados Unidos integraron el Comité de Trato Justo para Cuba (Fair Play for Cuba Committee) que fue creado en Nueva York a inicios de 1960 y se pronunciaban, con serios riesgos para sus personas, contra una política que, como ellos previeron y advirtieron, hundiría a su país en el deshonor.

    Pero no hay peor sordo que aquel que no quiere escuchar.



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