El pueblo de Estados Unidos -se ha dicho
muchas veces- es el único que podría
llevar a cabo la titánica hazaña de hacer
caer al imperio más poderoso y sanguinario
que haya conocido la humanidad,
que espera ansiosa ver a ese pueblo actuar
para ofrecerle la solidaridad a que se hará
acreedor.
Las frecuentes guerras asimétricas de
Estados Unidos contra países incomparablemente
mucho más pobres y militarmente
débiles que la superpotencia única,
despertaron la conciencia humanitaria de
muchos estadounidenses que se ha manifestado
enérgicamente en solidaridad con
estos pueblos abusados.
La continuada exposición de vergonzosas
violaciones de los derechos humanos de
prisioneros, incluyendo torturas y gravísimos
vejámenes en cárceles públicas o clandestinas
estadounidenses diseminadas por
el mundo, despertaron la conciencia de
millones de estadounidenses que condenaron
tales injusticias.
Sin embargo, como resultado de la manipulación
y el engaño a que han estado
sometidos en su fe religiosa o por la ingenuidad
que durante años han inculcado
en el ciudadano común de ese país los
medios de publicidad y de prensa dominados
por la élite corporativa y bancaria,
los estadounidenses han sido sometidos
durante más de un siglo al influjo de una
orientación política neoconservadora con
proyecciones fundamentalistas, que algunos
consideran hoy su característica nacional.
Tras el derrumbe de la URSS y el bloque
socialista europeo, que significó el fin de
la Guerra Fría, el gobierno de Estados
Unidos intensificó su guerra económica
contra Cuba, que quedó como una espina
en la garganta del imperialismo.
Con nuevas leyes, la codificación del conjunto
de instrumentos destinados a ahogareconómicamente
a la isla
y otras
medidas
dirigidas a “provocar escaseces, sufrimientos
y el derrocamiento del gobierno
cubano” según fueron definidos
originalmente, más de medio siglo antes,
los objetivos del bloqueo que Estados
Unidos eufemísticamente llama
“embargo”
Fidel Castro, llamó al pueblo a “apretarse
los cinturones” y prepararse para
carencias y sacrificios mayores. Los
cubanos respondieron cerrando filas
en torno al líder de la Revolución y ya
se han podido ver los resultados de la
heroica resistencia. Triunfó la razón, la
justicia, el patriotismo. Venció también
la solidaridad internacionalista de innumerables
personas en todo el mundo
que han estimulado la proeza de los cubanos
con su ayuda sincera y, por ello,
son también dueños del éxito.
El mundo unipolar que siguió al fin de
la Guerra Fría, con una única superpotencia
que imponiendo sus egoístas
intereses al resto del planeta y la globalización
neoliberal impuesta a los pueblos,
con su secuela de hambre, enfermedades,
analfabetismo, degradación ambiental,
discriminación, y tantos otros
males que sufre la humanidad, puso
de manifiesto que no es el fatalismo
geográfico, ni una supuesta inferioridad
racial, sino la esencia misma del orden
burgués lo que determina estos males
en las sociedades humanas.
El neoliberalismo, ordenamiento que el
Norte disemina, impone en el Sur y recomienda
como panacea para todas las
desventuras de la humanidad, es precisamente
la causa fundamental de los
grandes males y los crueles desamparos
en que viven los pueblos de los países
pobres y los pobres en los países ricos.
El capitalismo neoliberal, con su proclamación
del mercado y no del ser humano
como eje absoluto del funcionamiento de
la sociedad, ha multiplicado la miseria y
ampliado las desigualdades a escala universal.
Generador constante de crisis, el
orden capitalista pretende ignorar que son
las asimetrías las que las provocan y se las
arregla siempre para descargar sus efectos
en las personas humildes del planeta.
El sistema capitalista de relaciones,
en vez de convocar a la cooperación
y la solidaridad, llama a la competencia,
el egoísmo y la ley del más rico.
Con la campaña de Bernie Sanders por
lograr incluirse como candidato del partido
demócrata en las elecciones presidenciales
de Estados Unidos, los estadounidenses
han comenzado a oír hablar de
muchas cosas que no se mencionaban en
el pasado reciente.
Sanders ofrece poner fin a casi cuatro
décadas de políticas neoliberales. Condena
la avaricia de Wall Street, la corrupción del
sistema electoral y político, y el robo del
futuro de los jóvenes y de los trabajadores
estadounidenses. Recuerda las gloriosas
luchas por la igualdad, los derechos civiles
y por los derechos laborales y de los inmigrantes.
Son cosas que no se escuchaban hace mucho
tiempo en Estados Unidos y que ojalá fueran
la antesala de un cambio que solo a los
estadounidenses corresponde promover.
Abril 28 de 2016.
*Manuel E. Yepe Menendez es periodista y se desempena como Profesor adjunto en el Instituto Superior de las Relaciones Internacionales de La Habana.
www.manuelyepe.wordpress.com
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