La República Popular Democrática de Corea, Corea del Norte o Corea
Comunista es uno de los blancos más sistemáticos de la propaganda
peyorativa e injuriosa que acometen los medios que, a escala global
controla el capitalismo.
Pero la RPDC no ha sucumbido nunca a las intimidaciones de Washington
y esto le ha generado admiración, por el hecho mismo de su
supervivencia, y solidaridad, por la valentía con que enfrenta tanta
propaganda en su contra en todo el mundo.
Pyongyang jamás ha dado muestras de flaquear ante tamañas amenazas y,
por el contrario, hasta se ha atrevido a desarrollar un reducido
arsenal de armas nucleares para defenderse en caso de que Estados
Unidos intente afirmar su dominio lanzando otra guerra como la que
llevó a cabo en los años cincuenta.
A raíz de las más recientes provocaciones militares de Estados Unidos
contra Norcorea y la habitual firmeza de las respuestas de ésta, el
periodista norteamericano Mike Whitney ha publicado un enjundioso
artículo en la revista digital Counterpunch recordando que “Washington
nunca ha hecho esfuerzo alguno por ocultar su desprecio por Corea del
Norte en los 64 años transcurridos desde que terminó la guerra y, en
cambio, ha hecho todo lo posible para castigar, humillar y causar
dolor en el país comunista”.
Washington ha sometido a la RPDC a la inanición, ha impedido que su
gobierno tenga acceso a mercados y a capital extranjero, estranguló su
economía con paralizantes sanciones económicas y hasta le ha instalado
sistemas de misiles letales y bases militares en la puerta de su
propia casa.
Las negociaciones no tienen lugar –observa Whitney– porque Washington
se niega a sentarse con un país que considera inferior. Ahora,
Estados Unidos ha acudido a China para solicitarle que transmita a
Norcorea, a modo de ultimátum, una oferta que partiría del abandono de
su programa nuclear, con la ilusoria esperanza de que Pyongyang
cediera a la intimidación.
No hay ningún país en el mundo que necesite más que Corea del Norte
las armas nucleares. Cualquier estadounidense, con su cerebro lavado
por las noticias de FOX o CNN que cotidianamente recibe, difiere de
este punto de vista, pero si ocurriera que una nación hostil
desplegara fuerzas de combate frente a las costas de California al
tiempo que realiza juegos masivos de guerra en la frontera con México,
sin duda vería las cosas diferentemente. Tendría que reconocer el
valor positivo de poseer armas nucleares para disuadir a esa nación
hostil de hacer algo realmente estúpido”.
Según Whitney, la única razón por la que Kim Jong Un no ha corrido la
misma suerte que Saddam Hussein y Muamar el Gadafi, es porque Corea
del Norte tiene la capacidad de reducir a Seúl, Okinawa y Tokio a
escombros. Sin armas de destrucción masiva, Pyongyang habría tenido
que afrontar un ataque preventivo hace mucho tiempo y Kim Jong Un
habría enfrentado un destino similar al de Gadafi. “Las armas
nucleares son el único antídoto conocido para las aventuras de Estados
Unidos”, precisa el periodista.
"En la temprana década de 1950, durante la guerra de Corea, Estados
Unidos lanzó más bombas sobre Corea del Norte que las que habían caído
en el teatro de guerra del Pacífico entero durante la segunda guerra
mundial. Estos bombardeos contra objetivos tanto civiles como
militares, que incluyeron 32.000 toneladas de napalm, destruyeron
ciudades enteras con muchos miles de civiles inocentes muertos y
muchos más dejados sin hogar y hambrientos".
Estados Unidos mató a más 2 millones de personas en un país que no
planteó ninguna amenaza a la seguridad nacional de los Estados Unidos.
Como la de Vietnam, la guerra de Corea fue un ejercicio muscular en el
que Estados Unidos periódicamente participa cada vez que se aburre o
necesita algún pretexto para probar sus nuevos sistemas de armas.
Estados Unidos no tenía nada que ganar en su agresión en la península
coreana.
Mucha gente piensa en Estados Unidos –dice Whitney- que el problema de
las tensiones en la península coreana reside en la política de Corea
del Norte, pero no es así. Es en Estados Unidos donde está el
problema: la falta de voluntad para negociar un fin a la guerra, su
falta de voluntad para proporcionar garantías de seguridad básica a
Corea del Norte, su falta de voluntad incluso para sentarse con las
personas que, motivados por tan obstinada ineptitud de Washington,
están desarrollando en Norcorea misiles balísticos de largo alcance
capaces de alcanzar ciudades de Norteamérica.
Según Whitney, las relaciones de Estados Unidos con Corea del Norte
pudieran normalizarse, pueden reforzarse los lazos económicos, puede
restaurarse la confianza y desactivarse la amenaza nuclear. Sólo se
requiere un cambio en la política, un poco de negociación y líderes
que genuinamente quieran la paz más que la guerra.
*Manuel E. Yepe Menendez es periodista y se desempeña como Profesor adjunto en el Instituto Superior de las Relaciones Internacionales de La Habana.
www.manuelyepe.wordpress.com
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