¡Chile despertó!
¡Piñera, renuncia!
¡Piñera ya fue!
¡Que se vayan los milicos!
Estos son algunos de los potentes cánticos que hacen eco a lo largo de las calles y avenidas chilenas durante las protestas masivas que comenzaron en octubre de 2019. El pueblo trabajador, pobre y oprimido y el estudiantado se han unido para exigir dignidad y derechos humanos; en suma, para exigir el fin del neoliberalismo en Chile.
Este movimiento comenzó luego del anuncio del gobierno chileno del 6 de octubre sobre el incremento de 30 pesos en el sistema de transporte. Este incremento, que equivale a $0.04 USD, significó sumar una carga más a un presupuesto que ya era apretado para muchos hogares chileno. Tan es así, que desató la salida a las calles de millones de personas.
“No son los 30 pesos. Son 30 años”
Las primeras dos semanas las protestas fueron organizadas por estudiantes de secundario que convocaban a evadir el pago de tarifas. Para el 18 de octubre, el presidente Sebastián Piñera todavía no había respondido sus demandas. En su lugar, declaro “estado de emergencia” y desplegó al ejercito y
la policía antidisturbios para atacar a los y las estudiantes.
A pesar de la represión y el toque de queda, en Chile las manifestaciones continuaron. El 21 de octubre el presidente Piñera extendió el estado de emergencia declarando: "Estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, (...) que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite". Con estas palabras Piñera reveló al mismo tiempo un desprecio absoluto por el pueblo chileno y su carácter de aliado de los Estados Unidos y partidario acérrimo del neoliberalismo en Chile. Para entonces, las protestas, que habían estado concentradas principalmente en Santiago, la ciudad capital, comenzaron a expandirse a otras ciudades. Al menos 10.500 policías y soldados habían sido desplegados para el 21 de octubre (BBC).
Las protestas contra el gobierno y el neoliberalismo han continuado creciendo y expandiéndose
a lo largo del país y entre los sectores más oprimidos de la sociedad. El pueblo originario Mapuche de Chile, que representa el 10% de la población, también organizó y lideró protestas exigiendo el respeto a su auto-determinación y sus derechos sobre su tierra.
A pesar de la brutal represión, el 25 de octubre de 2019 1,2 millones de personas marcharon en Santiago en representación de diversos sectores de la sociedad chilena, incluyendo movimientos sociales, pueblos originarios, mujeres, jubilados y jubiladas, sindicatos, estudiantes y más. Las protestas continúan desde entonces y la represión y la crueldad del gobierno de Piñera y sus matones de la policía y el ejercito han alcanzado una brutalidad nunca vista en Chile desde el fin de la sangrienta dictadura de Pinochet hace más de 30 años.
Como informaba el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH), una organización no gubernamental en Chile, al menos 177 personas han sufrido serias lesiones oculares o pérdida de la visión luego de disparos de gas lacrimógeno y balas de goma apuntados deliberadamente a la cara de manifestantes. La misma organización también investiga posibles sitios de tortura y ha documentado casos de efectivos policiales o del ejercito vestidos de civil arrojando a personas en el baúl de autos o furgonetas. A la fecha de 30 de octubre de 2019 al menos 19 personas fueron asesinadas y más de 1.200 sufrieron lesiones. El INDH también presentó contra policías y soldados 18 casos de violencia sexual, incluyendo violación, y 92 casos de tortura.
¿Por qué está protestando el pueblo en Chile?
Entonces, ¿por qué es que ante tanta violencia la gente de Chile sigue adelante con las protestas masivas? Lo que comenzó como un incremento de tarifas de transporte llevó a una revuelta en contra del gobierno y las instituciones neoliberales de Chile, e incluso con demandas de cambiar la constitución. Como declaró Alan Vicencio, un trabajador de call-center de 25 años, a la revista Time, “Toda la constitución me enfurece, la constitución permitió la privatización de cada aspecto de nuestras vidas y lo ha seguido haciendo por más de 30 años.”
Muchas veces aclamado por ser “favorable para los negocios” y el mejor ejemplo del “éxito” de un sistema de libre mercado, Chile es el más desigual de los 36 países miembro de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE). En 2017 las Naciones Unidas publicaron un informe, “Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile”, que explicaba que el 0,1% más rico de Chile controla el 19,5% de la riqueza.
La privatización desbocada en Chile impacta a todos los sectores de la vida, incluyendo el suministro de agua, las carreteras, la energía, la atención sanitaria y el sistema de pensiones. Aunque hay sectores de educación pública, existe una gran brecha entre el sistema educativo público y el privado.
El salario mínimo en Chile no es suficiente para llevar una vida digna, especialmente considerando que todo está privatizado, lo que hace muy costosa la vida diaria en el país. Por ejemplo, para una persona que gana un salario mínimo en Chile, el costo de transporte hacia y desde el trabajo consumiría el 21% de sus ingresos (NACLA.org).
Las protestas en Chile son en defensa de la dignidad. Están luchando en contra de la desigualdad. Están luchando en contra de la brutalidad policial y militar. Todos estos son síntomas del neoliberalismo, que es la expresión en política económica de la agenda imperialista en todo el mundo.
Solo hace falta analizar la relación de los Estados Unidos con el gobierno de Chile para entender cómo se convirtieron en tan buenos aliados. En relación a la violencia en contra de los y las manifestantes, la Casa Blanca declaró que “Los Estados Unidos apoyan a Chile, un aliado importante, en el proceso de restaurar pacíficamente el orden público”, y “el presidente Trump denuncia iniciativas extranjeras para socavar las instituciones, democracia o sociedad chilenas.”
Más ampliamente, el presidente Trump lo había expresado en una conferencia de prensa hace un año, “hay tantos asuntos que debemos discutir porque Chile y los Estados Unidos son países afines. Compartimos lo más importante, que son los valores: la democracia, los derechos humanos, la libertad. Pero Chile realmente es especial. Si miran lo que han hecho, cuánto han avanzado. Miren lo bien que administran el país.” Así suena cuando un gobierno en América Latina sigue las órdenes del gobierno de los EEUU y sus instituciones financieras.
Evidentemente, la represión en Chile cuenta con el apoyo de los Estados Unidos, pero también con el de muchos de sus aliados imperialistas, incluyendo al gobierno de Canadá. Es más, el primer ministro Trudeau sostuvo una llamada telefónica con Piñera en plena brutal represión policial y militar y no dijo una palabra al respecto, según informa CTV News, “Un resumen de la llamada de la oficina del primer ministro Trudeau con Piñera no incluye mención directa a la situación turbulenta en Chile, un país pujante con el cual Canadá ha negociado un tratado de libre comercio.”
Esto no sorprende ya que, como informó el gobierno de Canadá, el 14% de los activos mineros de Canadá están en Chile, incluyendo minas de bronce, oro y plata. Esto incluye a Barrick Gold, que cerró una mina de oro de $429 millones en los primeros meses de este año debido a serias violaciones ambientales y a los derechos humanos.
Ambos gobiernos, Estados Unidos y Canadá, también quieren sostener el gobierno represivo de Piñera porque tener a Chile como una “historia de éxito” neoliberal y un aliado incondicional les sirve en su intento de re-establecer la hegemonía imperialista en América Latina. Tener un gobierno chileno con apoyo de los EEUU deja a los imperialistas mejor posicionados para sus continuos ataques en contra de los países soberanos e independientes de Cuba y Venezuela.
Chile: objetivo de ataques y explotación imperialista
La historia moderna de Chile es una historia de colonización, dominación y explotación imperialista. Aunque Chile declaró su independencia de España en 1818, no fue hasta 150 años después que el pueblo chileno tuvo la oportunidad de ser verdaderamente independiente del dominio colonial e imperialista. En 1970, el pueblo de Chile eligió revertir su historia de colonización y explotación y eligió como presidente a Salvador Allende, quien tenía una agenda progresista y popular para mejorar su calidad de vida y oponerse a la explotación imperialista de Chile.
Sin embargo, apenas tres años después de su elección, en 1973, los Estados Unidos y sus aliados imperialistas orquestaron un brutal golpe de Estado, asesinaron a Allende e instalaron una sangrienta dictadura militar. En solamente los primeros 5 años, el violento régimen dictatorial de Augusto Pinochet, con el apoyo de los Estados Unidos, encarceló y torturó al menos 30.000 personas y desapareció a otras 3.000. Una constitución escrita en dictadura, la misma que consagra la privatización, sigue vigente en Chile hoy.
Revisar la historia moderna de Chile también ayuda a explicar la determinación inquebrantable de su pueblo para continuar protestando masivamente en las calles hasta que sus demandas sean satisfechas. A pesar de algunas concesiones que Piñera se vio obligado a ceder, como el incremento a las pensiones mensuales o el salario mínimo y una reorganización de su gabinete, o acordar no subir las tarifas de transporte, la gente sigue en las calles.
Como explicaba Vilma Álvarez, dirigente del sindicato de Jumbo (cadena de supermercados en Chile), en una entrevista con el periódico argentino Página 12, las concesiones que Piñera ofreció a quienes
se están manifestando no son suficientes. Son "otra forma de seguir traspasando dinero hacia los sectores financieros y no dar ningún alivio a la población” y “la demanda es que Piñera renuncie y que se haga una Asamblea Constituyente”. El pueblo chileno ya tuvo suficiente.
Construyendo solidaridad con el pueblo chileno
¿Por qué el pueblo trabajador y oprimido de Canadá debería apoyar la lucha del pueblo chileno? Un motivo es que en Chile se desató una represión criminal y violenta que vulnera los derechos humanos más básicos. Las personas movilizadas han sido arrestadas, torturadas, violadas y asesinadas por salir a las calles masivamente para oponerse a la desigualdad y austeridad y en defensa de su dignidad.
Como declaraba Isabel Sánchez a Aljazeera el 26 de octubre, “somos la generación que comenzó su vida en la dictadura y no hemos tenido juventud. Perdimos amigos; vimos personas masacradas. Vivimos con miedo, pero ahora los y las jóvenes han florecido, perdieron ese miedo.” Así que ya es hora de que nosotros y nosotras, como el pueblo trabajador oprimido de Canadá y los Estados Unidos, reconozcamos el coraje y la lucha del pueblo chileno y ofrezcamos nuestro apoyo, nos hagamos eco de sus voces.
Como personas que viven en los Estados Unidos y Canadá, tenemos la responsabilidad adicional de brindar nuestra solidaridad al pueblo de Chile porque los gobiernos de Canadá y EEUU están apoyando la represión y la crueldad del gobierno de Piñera.
La diáspora chilena apoya la lucha
En los EEUU y Canadá, integrantes de la comunidad chilena y aliados también han tomado las calles para exigir se respeten los derechos humanos en Chile y denunciar la violencia indiscriminada ejercida contra los y las manifestantes por el gobierno de Piñera. Se han organizado manifestaciones en solidaridad en
las principales ciudades a lo largo de Estados Unidos y en Canadá, incluyendo Montreal, Toronto, Calgary, Edmonton, Winnipeg, Vancouver y Victoria. Estas acciones de solidaridad no solo reunieron a personas de las más variadas trayectorias y experiencias, sino también a muchas generaciones de chilenos y chilenas; desde quienes se exiliaron durante la dictadura de Pinochet hasta jóvenes de Chile que están en Canadá o EEUU por estudios.
En Vancouver, la diáspora chilena se ha unido a otros que viven en Canadá para conformar un nuevo grupo llamado Van4Chile. Van4Chile organizó protestas y manifestaciones públicas en solidaridad con el pueblo chileno, incluyendo una energética protesta el 2 de noviembre de 2019 frente a CBC en el centro
de Vancouver. En esta actividad más de 200 personas, de todas las profesiones y clases sociales, unieron fuerzas para exigir que CBC cubra las protestas en Chile. También denunciaron la complicidad del gobierno canadiense en la represión de los derechos humanos y democráticos en Chile. Para involucrarse y seguir el trabajo de Van4Chile pueden buscarles en Facebook, Instagram y Twitter @Van4Chile.
No boicoteen a Chile
También es importante decir que dentro del movimiento en solidaridad con el pueblo chileno han surgido demandas de boicotear vino u otros productos producidos en Chile. Si bien esta propuesta puede haber surgido con las mejores intenciones, la acción más importante que podemos llevar adelante nosotros, como pueblo pacífico de Canadá y EEUU, en beneficio del valiente pueblo chileno no es boicotearlos, sino apoyarlos. Quizás cabe analizar más críticamente qué impacto tendría en el pueblo chileno un boicot al vino producido en su país.
Hoy en Chile la clase trabajadora y oprimida está bajo un brutal ataque a nivel económico, político y social orquestado por el gobierno de Sebastián Piñera y la explotación imperialista. Por ende, es posible que un boicot dirigido a la economía chilena tiene le potencial de dañar al movimiento y reforzar las medidas de austeridad que ya están soportando. Cualquier perjuicio a la economía de Chile seguramente será trasladada de las familias chilenas más ricas y la clase capitalista (quienes tienen miles de millones de dólares para sobrevivir) al pueblo pobre y trabajador del país, Incrementando la austeridad, la presión y la desigualdad que enfrentan. ¡Y Chile no solo produce vinos! ¿Queremos acaso también boicotear las compañías mineras y metalúrgicas cuyos productos alcanzan $40 mil millones o 60% de todas las exportaciones chilenas, representando el 20% de su PBI? La industria vitivinícola solamente exporta $2 mil millones de los $70-77 mil millones totales de exportaciones de Chile.
Habiendo dicho esto, ¿realmente queremos que la industria chilena se declare en bancarrota? ¿A quién beneficiaría esto? ¿A los y las trabajadores? Por supuesto que no. ¿Queremos que los y las trabajadoras y personas que trabajan en la industria vitivinícola pierdan sus trabajos? ¿Queremos dar a la clase capitalista una excusa para despidos, para imponer recortes de personal y horas extra? ¿No son precisamente éstas las políticas neoliberales a las que el pueblo chileno se está oponiendo? ¿No es acaso un tiro por la culata?
Además, también es importante tener en cuenta la alternativa. Si pedimos a las personas del mundo entero que boicoteen el vino chileno porque el gobierno de Chile es reaccionario, ¿es realmente mejor consumir vino de EEUU, Canadá, Francia, España, Inglaterra, Australia, Italia o Alemania, que son
responsables por la masacre de decenas de millones de personas en todo el mundo (incluyendo el golpe de 1973 en Chile)? La diferencia es que Chile es un país oprimido, un país del tercer mundo. Chile no es un país imperialistas con inmensos recursos financieros e industriales. Como país, Chile se esfuerza por sobrevivir en el mercado mundial que está dominado de manera apabullante por países imperialistas y sus corporaciones (incluyendo las compañías de vino).
Implementar cualquier táctica en una lucha puede ser muy contraproducente si no está bien pensada. En la historia de las luchas por un mundo mejor, un movimiento de boicot nunca ha sido la manera más efectiva de construir solidaridad. El único boicot efectivo ha sido aquel exigido por las personas dentro
del país sujeto de boicot; el movimiento de boicot en contra del apartheid en Sudáfrica.
Nuestro impacto será mucho mayor si dirigimos toda la energía que dedicaríamos al boicot y en su lugar la utilizamos para generar más empatía y solidaridad con el pueblo chileno en el territorio canadiense y de los EEUU a través de actividades callejeras, petitorios, eventos educativos y más.
Como pueblo pobre trabajador y oprimido de Canadá/EEUU y de todo el mundo debemos plantear la problemática de los derechos humanos, tortura, violación, ejecución, represión y, sí, medidas neoliberales de austeridad en Chile. Tenemos que exponer las atrocidades de Piñera y la complicidad de gobiernos como los de EEUU y Canadá en esta brutalidad.
¡Sebastián Piñera se tiene que ir!
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