Fragmentos de discursos del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz en los años 1970, 1981, 1992 y 2001.
Pocas veces en ningún proceso –y tal vez nunca en un proceso político– un pensamiento, una mente, una inteligencia haya sido capaz de hacer un aporte tan grande. Y es que Lenin fue un infatigable investigador, un incansable trabajador. Y puede decirse que desde que tuvo conciencia política no descansó un solo instante a lo largo de su vida, no descansó un solo instante de investigar, de estudiar y de trabajar en el camino de la revolución.
No ha habido gladiador que haya librado más combates ideológicos que los que libró Lenin. Es asombrosa la cantidad de batallas en el campo ideológico libradas por él. Y su historia no es en este caso comparable con la historia de otros hombres que hicieron hechos extraordinarios como méritos personales.
Lenin es de esos casos humanos realmente excepcionales. La simple lectura de su vida, de su historia y de su obra, el análisis más objetivo de la forma en que se desenvolvió su pensamiento y su actividad a lo largo de su vida, lo hacen en realidad ante los ojos de todos los humanos un hombre verdaderamente –repito– excepcional.
A Lenin le tocó la posibilidad no solo de desarrollar la teoría, sino encontró el campo de acción concreto y la oportunidad de llevarla a la práctica.
El homenaje a Lenin se le puede brindar con el sentimiento. Pero cuando se estudia su obra y su vida, cuando se estudia su pensamiento y su doctrina, los pueblos adquieren lo que pudiera llamarse un verdadero tesoro desde el punto de vista político.
Cuando se haga una evaluación superior de las personalidades –repito– de la historia, Lenin, junto con Marx, descollarán entre los hombres, los pensamientos, las inteligencias, las conductas que mayor trascendencia habrán tenido en la historia de la humanidad.
Recordamos cuando por aquellos meses que precedieron al 26 de julio de 1953, la mayor parte del pequeño grupo de compañeros que estábamos dedicados a aquellas tareas andábamos siempre con los libros de Marx y de Lenin. Y recordamos que algunos de esos libros de Lenin –porque fueron los de Lenin– cayeron en manos de la policía, en los registros que hicieron después del Moncada. Y recordamos cómo en el proceso del Moncada, un fiscal paniaguado, entre sus más graves acusaciones, entre sus más –digamos– capciosas preguntas, hizo la pregunta de si era verdad que nosotros teníamos aquellos libros de Lenin y si eran nuestros aquellos libros de Lenin.
Lenin fue desde el primer instante no solo un teórico de la política, un filósofo de la política, sino un hombre de acción, un hombre de práctica revolucionaria constante e incesante, y le correspondió desarrollar aquella doctrina y aplicar aquella doctrina en condiciones tan difíciles, que resulta verdaderamente imposible imaginársela en situaciones peores.
De las obras de Lenin nosotros sacamos conclusiones que fueron decisivas –desde luego, cuando hablo del leninismo hablo del marxismo, de las ideas esenciales de Marx desarrolladas por Lenin–, y una muy específicamente de Lenin, que fue El Estado y la Revolución, que nos esclareció tantos conceptos, que nos dio tanta luz a la hora de elaborar la estrategia revolucionaria, la lucha por la conquista del poder revolucionario, y que tan decisiva fue para poder elaborar esa estrategia.
Cuando las lumbreras del pensamiento revolucionario de Europa no tomaban para nada en cuenta a los revolucionarios rusos, cuando miraban con cierto desdén incluso a aquellos revolucionarios, cuando muchos de ellos no se habrían ni siquiera dignado a tomar en cuenta para nada el pensamiento de Lenin e incluso la posibilidad de una revolución marxista en aquella Rusia de los zares, emprendía Lenin su largo peregrinar, su largo y prolongado combate por llevar adelante la revolución marxista en las condiciones de aquel país.
Pero es que un estudio realmente objetivo de la historia no admite comparación posible, ¡no admite comparación posible!, no admite poner al lado de Lenin ningún otro pensamiento, porque el pensamiento de Lenin descuella desde el principio hasta el final y es la espina dorsal, el alma de ese proceso.
Y es precisamente en el seno de ese país, en el seno del imperio de los zares, donde surge este hombre genial, verdaderamente genial, y desarrolla allí y aplica allí, con un sentido extraordinariamente creador, la doctrina marxista.
Defendió la doctrina de Marx frente a todas las mistificaciones, tergiversaciones y deformaciones. La defendió y demostró cuánta razón tenía. Los hechos históricos demostraron cómo todas aquellas corrientes contra las cuales combatió Lenin condujeron, en los distintos países de Europa, a la crisis del movimiento revolucionario, al fracaso del movimiento revolucionario, a la traición al movimiento revolucionario.
Lenin dijo que una revolución valía cuando era capaz de defenderse. A decir verdad, nuestra Revolución ha demostrado que es capaz de defenderse. Y se defiende con poderosos instrumentos.
No dejaremos de admirar a Lenin, y cada día lo admiraremos más. ¡Cómo le echamos de menos!
¡Ni ellos se podían imaginar jamás que un país tan pequeño aquí, al lado del monstruo y por su propia cuenta, sin la mayor ayuda, ni un centavo, ni un arma, ni nada, sino por nuestras propias conclusiones, hubiese hecho una Revolución social tan radical y tan profunda como la que hicimos en nuestro país, inspirados en las ideas patrióticas tradicionales de nuestro pueblo y de nuestros grandes próceres, en Martí, pero también en Marx, Lenin, Engels y los demás que nos hicieron –a mí por lo menos– tener una idea de lo que era la sociedad y el mundo!».
Hay que decir que no solo ha sido Lenin uno de los hombres más creadores, más luchadores y más geniales, sino uno de los hombres más valientes, moralmente valiente. Valentía que demostró en pruebas dificilísimas, en decisiones dificilísimas, a lo largo de su vida y a lo largo del proceso revolucionario.
Desde:www.granma.cu
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