El confinamiento finalmente decretado
en Estados Unidos para hacer frente a la
pandemia de COVID-19 ha paralizado la
economía capitalista y, por tanto, ha demolido
el proceso de acumulación de capital, escribe
William I. Robinson, profesor estadounidense
de sociología especializado en la economía
política, globalización, América Latina y
materialismo histórico en la sede de Santa
Bárbara de la Universidad de California,
“El hecho de que esta parálisis económica
arroje a decenas de millones de trabajadores
a una crisis de supervivencia es totalmente
fortuito para la preocupación de la clase
capitalista transnacional por reanudar de
inmediato la maquinaria lucrativa, ya que
el capital no puede permanecer ocioso sin
dejar de ser capital. El impulso de reavivar
la acumulación explica que en muchas
ciudades norteamericanas se hayan producido
manifestaciones públicas de la ultraderecha
para exigir el levantamiento de la cuarentena,
al igual que los sectores más reaccionarios del
capital promovieron el Tea Party a raíz del
colapso financiero del 2008, movimiento
que a su vez se movilizó en apoyo al
trumpismo.
Aunque las protestas parecen espontáneas,
de hecho han sido organizadas por las
agrupaciones conservadoras, entre ellas la
Fundación Heritage, Freedom Works (Obras
de Libertad) y el Consejo Americano de
Intercambio Legislativo (conocido coo
ALEC por sus siglas en inglés), que reúne
a los directores ejecutivos de las grandes
corporaciones junto con los legisladores
derechistas locales de todo Estados Unidos.
Donald Trump enardeció a los manifestantes
mediante una serie de tweets, entre ellos
uno que llamaba a “Liberar (al estado de)
Virginia, y por proteger su gran Segunda
Enmienda, que está bajo asedio”. El llamado
a defender dicha enmienda a la Constitución
estadounidense, que garantiza el derecho a
portar armas, prácticamente constituía un
llamado a la insurrección armada. En el estado
de Michigan, seguidores de Trump armados
bloquearon el tráfico para impedir el paso a
la ayuda. Días atrás, Trump adujo tener poder “total” para levantar la cuarentena.
A pesar de su retórica populista,
el trumpismo ha servido bien a
los intereses de la clase capitalista
transnacional implementando un
programa neoliberal que va desde
la reforma impositiva regresiva y la
amplia desregulación y privatización
hasta una expansión de los subsidios
al capital, recortes al gasto social
y represión sindical. Trump -
miembro él mismo de la clase capitalista
transnacional - retomó el Tea Party donde
lo había dejado a raíz del colapso financiero
del 2008 y forjó una base social entre aquellos
sectores de la clase obrera (mayoritariamente
blancos) que anteriormente habían gozado
de privilegios tales como empleos estables y
bien remunerados, y que en años recientes
han sufrido una aguda desestabilización
socioeconómica y movilidad descendente en
la globalización capitalista.
Al igual que el Tea Party que le precedió,
Trump ha sabido despertar una cada vez
mayor ansiedad social que sienten estos
sectores, desde una crítica radical al sistema
capitalista hasta una movilización racista
y patriotera contra chivos expiatorios
tales como los inmigrantes. Estas tácticas
trumpistas han convertido dichos sectores en
fuerzas de choque para la agenda capitalista
ultraderechista que los ha llevado al borde de
un proyecto verdaderamente fascista.
La cada vez mayor crisis del capitalismo
global ha acarreado una rápida polarización
política en la sociedad global entre una
izquierda insurgente y fuerzas ultraderechistas
y neofascistas que han logrado adeptos en
muchos países del mundo. Ambas fuerzas
recurren a la misma base social de los millones
de personas devastadas por la austeridad
neoliberal, el empobrecimiento, el empleo
precario y su relegación
a las filas de la
humanidad superflua.
El nivel de polarización
social global y de
desigualdad no tiene
precedentes en estos
momentos.
El 1% más rico de la
humanidad controla
más de la mitad de la riqueza del planeta mientras el 80% más
bajo tiene que conformarse con apenas el
4.5% de esa riqueza. Mientras se extiende el
descontento popular contra esta desigualdad,
la movilización ultraderechista y neofascista
juega un papel crítico en el esfuerzo por parte
de los grupos dominantes por canalizar dicho
descontento hacia el apoyo a la agenda de la
clase capitalista transnacional, disfrazada en
una retórica populista.
En este contexto, los grupos conservadores
se empeñan en organizar una respuesta
ultraderechista a la emergencia sanitaria y a la
crisis económica, abarcando una mayor dosis
de subterfugios ideológicos y una renovada
movilización de sus fuerzas de choque
que para demandar el levantamiento del
confinamiento, recurso que bien podría exigir
que el Estado proporcione ayuda a millones de
trabajadores y familias pobres en vez de insistir
en la inmediata reapertura de la economía.
Mayo 25 de 2020.
Reproducido del periódico POR ESTO
Manuel E. Yepe Menendez es periodista y se
desempeña como Profesor adjunto en el Instituto
Superior de las Relaciones Internacionales de
La Habana.
www.manuelyepe.wordpress.com
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